Por APLE
Cerebrum Zeitung, founder.
La importancia de la navidad en la conciencia de los creyentes queda clara con "sentirse navideño". De hecho, no existe otro sentimiento satisfactorio homólogo para pascua, aniversarios de boda, cumpleaños o divorcios.
La ausencia de sensaciones de navidad se ha descrito en astronautas o personas que viven en una isla, culturalmente deprivados del ambiente promotor. Así, el fenómeno de Navidad, se define espacial y temporalmente.
Existen sistemas neuroendocrinos que coordinan ritmos biológicos a varias escalas. En segundos: las propiedades dependientes de cambios en potenciales de membranas, dan lugar a conductas/comportamientos. En minutos, los ritmos se rigen por mecanismos paracrinos o autocrinos y en escala de horas y días, existen "relojes" moleculares dirigidos por redes dinámicas de expresión de factores de transcripción. Esto no es un tema nuevo para la neurobiología, sino una rama de ella llamada: cronobiología.
Una de las características primordiales de los ciclos que poseemos es la capacidad de los ritmos biológicos para ajustar su período endógeno con el del sincronizador, lo cual asegura la correspondencia del tiempo biológico con el tiempo geológico y nos ubica en un contexto social. Así que también, nos dirigimos por marcadores externos (del alemán: "Zeitgebers")
Para algunas personas, el contexto de la Navidad deriva en melancolía. Esto se ha llevado a modelos experimentales, donde por knock-out, se alteran circuitos hipotalámicos resultando un ratón con fenotipo prono a la "nostalgia". Este efecto, parcialmente se antagoniza por la administración oral de etanol dulcificado y templado (vino y azúcar, una de las opciones y combinación perfecta para abatir tristeza, de acuerdo a las costumbres en el mundo occidental).
Así, el aumento de consumo calórico y de bebidas embriagantes durante la temporada de fiestas, puede no ser casualidad.
El "Zeitgeber" navideño comienza en Octubre, con los preparativos. Las calles comienzan a repletarse de luces y ornatos alusivos. Estas señales activan lo que M. Ludwig de la Universidad de Edinburgh menciona como el "centro vivificador de la navidad (CvN)" que, si queremos quitarle la parafernalia del pseudónimo es en realidad una porción en el diencéfalo, llamada: hipotálamo.
Las señales acústicas y olfatorias actúan de manera sinergística con esas señales visuales que da pie a la percepción concreta de "se siente la navidad" e inicia una segunda fase: la activación de hormonas.
Dependiendo de las señales, memorias y el contexto el umbral de cada sujeto y las células del CvN (AKA hipotálamo) se comienza a secretar una serie de hormonas, que fomentan el sentido de auto-valía, e inducen a estrategias elementales para "dar y recibir" en contexto grupal o de pareja.
Entre estas hormonas destaca la oxitocina, que dará propensión para que el consumidor adquiera bienes de cualquier tipo; (es ahí donde se hace trizas la teoría clásica neuroeconómica, que implica el balance de los límites financieros y requerimientos personales reales). Una segunda hormona hipofisiaria que resulta contraregulatoria a la oxitocina y crea el paraíso para el comprador de navidad: impulsando la actividad festiva, culminando con la satisfacción al momento de adquisición de regalos.
Clímax
Se consuma en Noche buena o Navidad con el acto de dar los presentes. La oxitocina induce sentimientos como confianza y generosidad y de manera paralela a la satisfacción se libera dopamina y consecutivamente varios cambios bioquímicos que recapitulan una serie de actitudes y comportamientos puberales, independientemente de grupo etáreo al que se pertenezca. Además, surgen pensamientos (ineludibles) como "te di algo, ¿qué me darás?" y estos varían entre cada miembro de la tribu. Los niveles altos de dopamina producto de la serie de eventos previamente enunciados, previenen, de manera inicial la frustración de haber recibido una corbata, un suéter horrendo, un par de calcetines o algún otro deseo esperado y no cumplido.
Zenith
Paradójicamente, algunos efectos adversos de este ciclo "circanual" pueden ser atribuidos a que la oxitocina, funcionalmente antagoniza las señales de saciedad. Las conductas de beber y comer persisten, desconectadas de toda represión cognitiva o modulación sensorial (al momento) y que días después de concluídas las celebraciones; finaliza en sentimientos de culpa, insatisfacción con lo recibido, la imagen corporal y el deseo vehemente de que esos excesos no se repetirán, hasta que vuelven a ocurrir, el siguiente año.
Basado en Weber, W. Weihnachten, ein hormonal gesteuerter Wirkvorgang.
Naturwissenschaftliche Rundschau 1986; 39: 165-167
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